Carta
del rey destronado en su trono de palo
A los
hijos de Céfiro, Racha y Aura.
Que los cuervos sean mis fieles emisarios,
Que los vientos sostengan mi espada en sus alas,
Que los astros refuljan este cuento sin cuenco.
Que los cuervos sean mis fieles emisarios,
Que los vientos sostengan mi espada en sus alas,
Que los astros refuljan este cuento sin cuenco.
Cada
palabra, cada frase, cada línea,
Un tímido
pedacito de mí agazapado,
Deseando
aullarle al mundo un sentir,
Un bramido
de aflicción cristalizado.
Muros y
más muros, sordos e inmóviles,
Sólo
cobijan a los que alabanzas quieren,
Mas yo
no quiero aprobación, solo candor,
Mas yo
no quiero palmeros innobles...
Lo que
quiero es meterme en la piel de ese lobo,
Que desfila
en el monte con su hocico tupido,
Que le
canta a los cuatro vientos su vida sin prisa,
Que a
cuatro patas curtidas se encarama en la colina.
Cada
metáfora, cada verso, cada estrofa,
Sólo un
corazón gastado ofrezco en bandeja,
Un
corazón que fue robado, castigado y pegado,
Ahora a
salvo bajo siete sellos de macizo tesón.
Ventanas
y más ventanas que no dejan ver la luz,
Se dejaron
en el tintero el vidrio y el apego,
Mas yo
no quiero vistas a escenarios vacíos,
Mas yo
no quiero sus aplausos de plástico.
Lo que
pretendo es tapar ese hueco sin fuero,
Por el
que brota la sangre de esa herida suspensa,
Lo que
pretendo es encontrar esa clave de vida,
En la
que pueda mudar esta piel que me devora.
Cada
sueño, cada pesadilla, cada anhelo, cada desespero,
Latentes
y enlodados, desterradas y al acecho,
Embarrado
por el brutal hachazo de la distancia,
Sólo
puedo decir basta, hasta aquí podrás
pasar.
Te
mostré mi casa, mi pueblo,
Te
invité a la fiesta de mi talento,
Te
bebiste mis alegrías sinceras
Y desechaste
con chisme mi fábula.
Mas lo
que ahora persigo es a la noche lunar,
Desnudo,
mudo como el viento glaciar,
Ya no
hay segundos platos ni postres amargos,
Ni
palabras baratas ni aquelarres indignos.
Soltar
todo ese lastre que me sella la garganta,
Gritar con
ímpetu la verdad que me entierra,
Desatar
las esquirlas que fraccionan mi pecho,
E ir con
mi manada de aliados sin feudo.
Y que el eco de mi voz remueva las nieves
perpetuas,
Que la calidez de mi aurora derrita los
icebergs arcanos,
Que el aroma de mi valía impregne la montaña
más alta
Y que las entrañas medulares dicten las
crónicas sin velo.
Juan M Lozano Gago © Todos los derechos reservados
Juan M Lozano Gago © Todos los derechos reservados
(léase oyendo esta música, gracias)
Hans Zimmer - Chevalier de Sangreal
Embarrado por el brutal hachazo de la distancia, me gusta este post y la música también, saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Alejandra, me alegro de que hayas disfrutado con esta entrada,
Eliminarsaludos
Una narración de leyenda, destila magia por los cuatro costados..
ResponderEliminar¡¡Un abrazo y feliz domingo!!
No es fácil hallar la clave de la vida, pero sí que la vida en la mayoría de ocasiones nos da la misma para poder continuar adelante. Me gustaron estos versos vestidos de leyenda.
ResponderEliminarUn beso y disfruta del domingo!
Muchas gracias FG y Hammer, también creo que es difícil encontrar esa clave, pero más aún conservarla y no olvidar qué es lo verdaderamente importante en nuestro caminar,
ResponderEliminarabrazos y feliz domingo!!! :D
venir a leerte amigo, es impregnarse en magia pura, en poesía excelsa … por dios eres GENIAL UN GENIO!!!!!
ResponderEliminarJeje, será que me inspiraron los Vigilantes de Noé? xD
EliminarMuchas gracias, amiga!!!
Bonita conjugación de versos y música.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Rafael, uno de mis temas preferidos de Hans Zimmer.
EliminarUn abrazo.