Siempre he creído que en este mundo que vivimos, olvidamos hace tiempo lo que verdaderamente importa.
Nos inculcan desde que somos niños unos valores erróneos. El éxito personal sólo depende de cuánto dinero ganes o qué lugar ocupes en la escala social que impone el sistema capitalista. Todo vale con tal de lograr tu objetivo a costa de quién sea.
Pero si miramos un poco a nuestro alrededor, no cuesta mucho darse cuenta de que esta sociedad que hemos creado entre todos sólo conlleva infelicidad. Frías ciudades repletas de miradas desconfiadas o extraviadas. Seres humanos cada vez más aislados de sus semejantes y de la naturaleza. Falta de empatía hacia el prójimo. Un cúmulo de cosas que se solucionarían con un poco de solidaridad y humanidad. Cambiando nuestra forma de pensar. Descubriendo que tu propio beneficio, bienestar o estado de felicidad reside en el bien que puedes realizar por los demás y por el mismo planeta.
Se trata de un equilibrio cósmico, pues todo lo que hacemos para bien o para mal, regresa a nosotros como un boomerang.
Mi experiencia vital personal me indica que no hay nada que me haga más feliz que el ver a los que me rodean felices también. Es reconfortante poder ayudar siempre en lo que puedas. Es algo que llena tu interior y te retroalimenta. Son las acciones las que quedarán, los hechos los que hablarán de ti, y eso es lo que realmente merece la pena en la vida, para ser vivida con plenitud.
Es por esto, que quiero compartir con tod@s vosotros esta historia de superación personal y compañerismo que invita a la reflexión, más bien una leyenda que circula por la red de redes, verídica a medias.
“Hace algunos años, en
las olimpiadas para personas con discapacidad de Seattle, también llamadas “Olimpiadas especiales”, nueve
participantes, todos con deficiencia mental, se alinearon para la salida de la
carrera de los cien metros lisos.
A la señal, todos
partieron, no exactamente disparados, pero con deseos de dar lo mejor de sí,
terminar la carrera y ganar el premio. Todos, excepto un muchacho, que tropezó, cayó
y rodando comenzó a llorar...
Los otros ocho escucharon el llanto, disminuyeron
el paso y miraron hacia atrás.
Vieron al muchacho en el suelo, se detuvieron y regresaron...
¡Todos!
Una de las niñas, con síndrome de Down, se arrodilló, le dio un beso y le dijo: “Listo, ahora vas
a ganar”…
Y todos, los nueve competidores entrelazaron los
brazos y caminaron juntos hasta la línea de
llegada.
El estadio entero se puso de pie y en ese momento
no había un solo par de ojos secos.
Los aplausos duraron largos minutos, las personas que estaban allí aquél día, repiten y repiten esa historia hasta hoy.
¿Por qué?...
Porque en el fondo, todos sabemos que lo que
importa en esta vida, más que ganar, es ayudar a
los demás para vencer, aunque ello
signifique disminuir el paso y cambiar el rumbo.
Porque el verdadero sentido de esta vida es que TODOS JUNTOS GANEMOS”.
La fortaleza reside en el corazón.
La fortaleza reside en el corazón.
Ganar no
es lo primero.
Peter Gabriel & Kate Bush - Don't Give Up
(subtitulada)
cuanta razón en tus palabras amigo, algo que todos debemos tener en mente y sobre todo aplicarlo a la vida diaria! gracias por esta reflexión xoxo, eliz
ResponderEliminarEso pienso, amiga, hay muchas personas egoistas que enfocan sus esfuerzos únicamente en su beneficio personal sin dar nada a cambio (más bien se trata de una falta de madurez), cuando la felicidad reside en ver felices a tus amig@s o seres queridos! :)
EliminarUn abrazo,
Juan
Bella historia, a mi también se me han humedecido los ojos. Hay que ir dejando semillas de amor y alguna germinará, así poco a poco esta sociedad tan fría como tú dices, volverá a sentir el calor del amor. Saludos
ResponderEliminarGracias por dejar tus impresiones, Ana, así es, en efecto, con sólo pequeños gestos o unas migas de pan, se puede sembrar el camino, y alguna brizna crecerá. Lo más difícil es superar la barrera que nos tiene obcecados en nuestros propios problemas, para así darnos cuenta de que hay gente que lo pasa peor que nosotros. Una mirada cálida, una sonrisa, un saludo... puede hacer que una persona comience el día de buen ánimo, por ej.
EliminarUn saludo,
Juan
Ayer mismo comentaba con un amigo la película ya antigua de cadena de favores. Esta entrada a tu blog me lo ha recordado.Ciertamente sería tan fácil si todos dejáramos de ser un poco egoístas y miráramos mas por los demás.Un placer haberte encontrado.Bss
ResponderEliminarMe encantó esa peli también, recuerdo lo lejos que llega la iniciativa del chaval protagonista, pese a los obstáculos a los que hace frente. Si prestásemos un poco más de atención al que tenemos más cerca, nos sorprenderíamos al descubrir a fantásticas personas que a menudo se esconden bajo una coraza.
EliminarBesos y bienvenida,
Juan