Quiero compartir con todos vosotr@s esta preciosa historia sobre el Árbol del Amor, extraída de "Leyendas de Zacatecas: Cuentos y Relatos" de Juan Francisco Rodríguez Martínez.
En Jerez de la Frontera tenemos el placer de contar con uno de los ejemplares del Árbol de la belleza, del romanticismo (Cercis siliquastrum), que es además el más longevo de la ciudad.
El nombre científico de este árbol deriva del griego "Cercis" (navecilla), aludiendo probablemente a la forma del fruto y de la flor; "siliquastrum" está formado por la voz latina "silique" (algarrobo) y el sufijo "astrum" (parecido imperfecto). El nombre castellano de "árbol del amor" se debe al color rosa de sus flores y a la forma acorazonada de sus hojas. También se le conoce como "árbol de Judea o de Judas" por su origen. Según cuenta la leyenda, Judas Iscariote se suicidó ahorcándose en uno de ellos.
Su llegada a Europa tuvo lugar en la época de las cruzadas (año 1200) y su primer destino fue Francia. Desde ese momento su extensión por el continente fue muy rápida.
Zoo botánico de Jerez de la Frontera |
Relato:
Caminante, detén solo un momento tu laberíntico deambular y sígueme; te guiaré hasta un frondoso árbol siempre verde llamado, según unos de origen europeo y según otros, de origen asiático, pero llamaremos con el nombre que le ha dado la leyenda, de "Árbol del Amor". Dice así:
Oralia, la hermosa jovencita de leyenda que dio origen al nombre con que popularmente se conoce al árbol, vivía en una de las señoriales casas que daban marco colonial al jardín. Con la lozanía de su edad, propicia para el primer amor, su cantarina risa contagiaba la alegría de vivir a todo lo que la rodeaba.
Era Juan un humilde pero risueño y noble barretero, que aun despierto soñaba encontrar la brillante veta de plata para ofrecérsela a Oralia, a quien amaba en silencio, mas al sentirla cerca la conciencia de su pobreza la alejaba como la más remota estrella.
Por las tardes, al salir de la mina, Juan se convertía en alegre y locuaz aguador, siempre acompañado del paciente burro al que recitaba sus improvisados versos de amor, caminando más de prisa con la dulce ilusión de contemplar a Oralia al entregarle el cristalino líquido, parte del cual era destinado de inmediato a regar las plantas del jardín y en especial el árbol que cuidaban con esmero.
La juvenil Oralia sentía a su vez nacer un entrañable cariño, más allá de la amistad, por el locuaz aguador que por su parte día a día se ganaba también la estimación de las familias.
Mas sin saberlo Juanillo tenía un rival, que tras la etiqueta de la cortesía y modales refinados, conquistaba cada vez mayor campo en el corazón de Oralia, quien experimentaba la ruborosa turbación de sus encontrados sentimientos, ante la presencia de Pierre, aquel francés que la colmaba de atenciones.
El destino había traído precisamente a su casa al francés al ocurrir la ocupación por las tropas invasoras en 1864, y por cortesía las familias dispensaban un trato deferente al extranjero, eximiéndolo de responsabilidad por los actos de un gobierno al que debía obediencia. El francés, siempre impecable en sus modales y pulcro en el vestir, les visitaba no tanto por corresponder a la amabilidad de la familia, sino con la secreta esperanza de impresionar a Oralia, de quien se había enamorado.
Con el permiso de los padres, solían sentarse bajo la sombra del árbol que Oralia regaba y cuidaba; entonces la joven dejaba volar su imaginación al escuchar la descripción que de su patria le hacia Pierre.
Juanillo sufría en silencio al contemplarlos juntos, incapaz de hacer nada para evitarlo, y al comprender la fatalidad de las barreras sociales que lo separaban de su amor, soñando siempre con encontrar la veta de plata que le ayudara a realizar sus sueños.
Trabajaba duro en minas abandonadas, soportando la fatiga; al final de la jornada, el agua de las minas limpiaba el polvo que cubría su piel, haciendo huir el cansancio, para dirigirse a con su fiel burrito a llenar sus botes del agua de la fuente y repartirla a las familias con quienes se había "amarchantado", cuidando de dejar al final la casa de Oralia para disponer de un poco más de tiempo en su compañía.
La simpatía del humilde enamorado hacía que Oralia lo esperara con impaciencia para que le ayudara a regar su árbol, como ya se había hecho costumbre. Al hacerlo, su regocijo se manifestaba en el lenguaje secreto de los enamorados; el árbol lo sabía y el susurro de sus hojas se confundía con el rumor de las risas de los jóvenes, mientras su follaje se inclinaba, en un intento de protegerlos de miradas indiscretas.
Dolía el corazón a Oralia cuando una tarde se encaminó hacia el templo. Postrada ante el altar, lloró en silencio al comparar dos mundos tan opuestos; su plegaria imploraba ayuda para tomar la decisión acertada en tan cruel dilema sentimental.
Al salir del templo y dirigirse a su casa sin haber logrado adoptar una resolución, se sentó en silencio bajo el árbol y el llanto volvió a sus ojos, su angustia provocaba la alteración del ritmo de los latidos de su corazón, cuando en su regazo cayó suavemente un racimo de cristalinas lágrimas que conmovido el árbol le ofrecía como amigo amoroso en su desconsuelo, y al contacto de sus tiernas manos, las lágrimas del árbol se convirtieron en un tupido racimo de blancas flores.
Oralia recuperó la paz junto a su árbol y encontró el valor suficiente para decidirse por su barretero, sin importarle su humilde condición.
Al día siguiente, el francés se presentó puntual en la casona y con semblante adusto informó de su próxima partida de la ciudad y del país. Otros vientos políticos flotaban en la nación y era urgente su traslado a Francia. Se llevaba el corazón destrozado por verse obligado a abandonar el afecto que había encontrado, y la despedida le resultaba aún más amarga al saber que jamás volvería a ver a Oralia, quien lo despidió junto al árbol, ahora ya tranquila al comprender que había tomado la decisión más correcta de su vida.
Mientras tanto, en la profundidad de la mina donde había cifrado sus esperanzas, Juan vislumbraba un tenue brillo, tan sutil y huidizo como la ilusión; una corazonada hizo intuir al gambusino la veta que buscaba, y con nuevos bríos continuó excavando con su barreta la dura roca que aún se resistía a entregar al imberbe joven su argentífera savia.
Al día siguiente, al llegar con el agua, Oralia lo notó más alegre y locuaz que de costumbre; no se pudo contener y al verlo tan feliz y sin pensarlo le estampó un impetuoso beso junto al Árbol del Amor que regaban ahora entre risas.
Juan ni de su rica veta de plata se acordó, y olvidó completamente el discurso que toda la noche había ensayado, al ver caer racimos de flores blancas del árbol, que así compartía la culminación de tan bello idilio en aquel tranquilo jardín, hoy plazuela de Miguel Auza frente al ex templo de San Agustín.
Desde entonces, las parejas de enamorados consideran de buena suerte refugiarse bajo las ramas del Árbol del Amor, para favorecer la perduración de su romance.
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Creo que se trata de una historia bastante desconocida en general, del mismo modo que lo es esta especie arbórea.
Por último, comentaros que el árbol del amor se suele cultivar como árbol ornamental ya que sus flores aparecen antes de que comiencen a brotar las hojas nuevas, naciendo directamente de los troncos más viejos. Además, en el transcurso de los meses de abril y mayo comienza a florecer de manera espectacular, y, aunque el árbol tenga ramas secas, las flores emergen igualmente, permaneciendo durante mucho tiempo, algo que rara vez se puede conseguir en un árbol.
(Juan Lozano)
Una historia desconocida por mí..Gracias por compartirla
ResponderEliminarEn mi tierra hay muchos de ellos y de pequeña ivamos a coger las algarrobas porque beran muy dulces y las comiamos..No sé realmente si es este algarrobo
Con cariño
Hola, Victoria, yo desconocía también la leyenda que escondía este árbol. Un día, hace ya un año más o menos, me puse a investigar más sobre el árbol por curiosidad y di con esta preciosa historia.
EliminarNo sabía que la algarroba era el fruto del algarrobo, pero hay muchas variedades de algarrobo, bien podría tratarse de la misma especie,
un abrazo y bienvenida :)
"Las lágrimas del árbol se convirtieron en un tupido racimo de blancas flores"... "Y Oralia recuperó la paz junto a su árbol".
ResponderEliminarNo conocía esta bella historia llena de fantasía y amor.Lindo, me encantó.
Gracias por tus palabras, Juan.
Bss de colores.
AH!!, te he enlazado junto a mis blogs favoritos.
ResponderEliminarSaludos.
Hola, Arcoíris, es una historia con mucha magia, como dices, a mí también me gustó mucho. Me interesé por ella, cuando descubrí que había un ejemplar del Cercis siliquastrum en mi ciudad,
ResponderEliminarah, y muchas gracias por enlazar mi blog, amiga,
un abrazo!
Juan :)
No conozco este tipo de árbol pero se ve en la imagen que es hermoso.
ResponderEliminarNo tienes nada que agradecer, amigo.
Nos estamos comentando :)
Abrazos!
Como la naturaleza, no hay nada, jeje!
EliminarPues estupendo, nos seguimos leyendo, amiga.
Que pases muy buen fin de semana! :)