Bueno, amigos, os dejo este pequeño cuento de humor o pseudo relato de ciencia ficción para comenzar el mes con una sonrisa, y con las miras puestas ya en el verano que está al llegar, si no lo impide el invierno, que ya nos robó la primavera.
Se oyó un chirrido en la entrada... No parecían sonidos humanos. Una voz metálica habló en un lenguaje ininteligible. Estaban al acecho, querían algo de la Tierra: ¡a nosotros!
— ¡Corre, Ion, corre! —le chilló una de las pocas supervivientes a nuestro héroe. Y éste echó a correr medio enloquecido hacia las tinieblas de un callejón, en la creencia de despistar a aquellos robots venidos desde el satélite Oberón ¡dispuestos a lo peor!...
Aquellos robots ansiaban parecerse a nosotros, querían un cerebro humano para experimentar. ¿Qué incauto caería en sus desapiadadas manos de platino? El pánico cundió en la ciudad, todos huían buscando un refugio, los que podían se agazapaban en McDonald's o Burger King*. Pero los pocos seres humanos que sobrevivían contaban con un arma letal con la que derrotarían a aquellos robots de pacotilla: el aceite negruzco de las freidoras de McDonald's.
Sin embargo, los temibles robots no contaban con el arma "natural" que caracterizaba a la humanidad del siglo XXI; aceite refrito del malo. Los humanos tras años de exposición al mismo en diversos tugurios de comida rápida se habían inmunizado, pero los robots caerían como moscas en la sartén y nunca mejor dicho.
Y viéndose necesitados de lubricar sus metálicas articulaciones, acudieron en masa a una de esas cocinas infernales, en busca de orujo. ¿Qué les sucedería entonces...?
Tan cegados deambulaban en su fanática búsqueda de orujo, que no repararon en la presencia de Ion y aquella inusual muchacha. No dudaron en arrojar litros y litros de aceite refrito sobre ellos. El metal intacto hasta entonces se vio salpicado de agujeros de todos los tamaños. Sus voces metálicas parecían gritar:
— ¡Socorrrooo, nos derrretiiimooosss!
Ion y la anónima chica corrieron hacia una caseta de Feria, pero la calidad de su aceite aún era peor. Había robots de movimientos torpes por doquier. Algunos habían probado suerte con orujo refrito del "bueno" y eso fue lo último que hicieron... Otros, dotados de cerebros cuánticos más avanzados, se apartaron de las grasas saturadas y demás armas de destrucción aceitosa, tratando de capturar a la desconocida que hábilmente sacudió de modo sorpresivo su larga melena negra aterciopelada, despidiendo una onda sónica electromagnética que acabó con los restantes.
A partir de entonces los robots serían los mayores amigos de Greenpeace y el gobierno de EE.UU. Mientras los seres humanos seguirían disfrutando de las "delicias gastronómicas" que les ofrecía la querida Tierra.
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* Doy fe de que ningún anunciante me paga un solo euro por esta mención.
Por JUAN M LOZANO GAGO ©
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