lunes, 24 de marzo de 2014

Escindidos (relato)



Julia llevaba una semana de perros, su cara estaba demacrada y apenas podía reconocer su semblante en el espejo. Sus amigas Margot y Adriana le habían insistido mucho en que pasara la primera semana de Junio en Italia, pero no se esperaba ni por el asomo el calor bochornoso que hacía del asfalto una parrilla.

Pero lo peor había sido aquel recorrido en moto por los suburbios de Roma. No, no les bastaba con haberla hecho tragar piedras y más piedras, y, si bien el Vaticano la había llegado a entusiasmar con su Columnata y sus fuentes de agua congelada, gracias al antiguo sistema de cañerías romanas que las protegía de las inclemencias del astro rey, la accidentada travesía por el empedrado de sus callejuelas le había descolocado sus esquemas mentales.

Pero retrocedamos unos días...

Julia recibió un mensaje de voz en su móvil en el que Margot, su mejor amiga de la infancia y de ascendencia francesa, le comentaba lo que sigue.

Julia, no te lo vas a creer. Adivina, estamos alojadas en un hotel en el Trastévere y Adriana no deja de preguntar por ti, bueno, no, no es ella, es su primo, pero estamos deseando verte. Y no nos vengas con la excusa del divorcio, te conviene divertirte un poco. Sólo tienes que imprimir la reserva, está todo en el e-mail que te acabo de mandar. Arrivederci.

Y Julia finalmente no pudo resistirse a tan tentadora invitación, sobre todo, cuando en su horizonte no había más que cajas y más cajas preparadas para la mudanza. Y pensó, “¿por qué no? Siempre he acatado las normas y no he hecho otra cosa más que lo que se esperaba de una publicista resignada”. Así que cogió una mochila en la que introdujo un par de vaqueros agujereados por las rodillas y varias camisetas ajustadas que le daban un aspecto fresco y desenfadado.

Una vez en Roma, un autobús la reunió con sus amigos. Sólo portaba la mochila, no quería traer nada innecesario que la agotara. Y apenas puso un pie sobre la acera, oyó los gritos de Margot.

—Julia, te ves impresionante, los kilos de menos te sientan de maravilla —dijo con efusividad.

—Ya ves, Margot, el secreto está en tener un poco de tiempo para una misma, aparte de un par de disgustos —sonrió ácidamente.

—Adriana está deseando presentarte a su primo Vincenzo. Desde que se enteró de que tenía una amiga americana, no deja de acribillarla a preguntas sobre ti, tu aspecto, tu edad, etcétera, etcétera.

— ¿Un primo? No recordaba que tuviera un... No será... Ya lo tengo, el chico regordete que aparecía en las fotos del Campus, cuando éramos adolescentes.

—Pues a decir verdad, no tengo la más remota idea —le replicó su amiga mientras le decía que no a una vendedora ambulante que insistía en colocarle una rosa en el pelo— Pero eso no es lo importante. ¡Vincenzo tiene un barco en el puerto de Civitavecchia, a unos ochenta kilómetros de la ciudad y ha accedido llevarnos a su estudio en Capri!

Déjame tomar antes un baño, traigo los pies destrozados, y la camiseta empapada en sudor —contestó Julia estresada, mientras se secaba la frente y se recogía su larga melena ondulada en una cola por detrás de la nuca—. Al menos he traído mi mejor cámara. A fin de cuentas este no va a ser un viaje tan aburrido.

—No te preocupes por eso. Adriana y su primo han quedado con nosotras tras el almuerzo en las inmediaciones del hotel, y aún tenemos toda la mañana para relajarnos, tomar un helado o echar monedas en la Fontana. ¿Tienes algún deseo, pillina? —apostilló en tono de burla. Y es que el hecho de que Margot acabara de cumplir los treinta no había mermado su capacidad para meterse en líos y cometer locuras.

Tras haber comido una pizza napolitana que poco difería a su juicio de una congelada, se instaló en su habitación. El aire acondicionado no conseguía enfriar la habitación con sus escasas frigorías, lo que aceleró la tan ansiada ducha. Se libró de sus ropas en un santiamén y se colocó en el plato, sintiendo como el gélido líquido le acariciaba todos los recovecos de su cuerpo. Entretanto arreglaba sus azabaches cabellos frente al espejo que le devolvía la mirada cristalina de unos ojos color de mar, fantaseaba con cómo sería ese primo. De seguro, estaría aún más gordo o estaría empeñado en enseñarle Capri palmo a palmo hasta dejarla exhausta, o ambas cosas.

“Bien, bajemos a la Tierra”, se dijo. Adriana y Margot charlaban animadamente, hasta que el ruidoso motor de una moto que escupía humo las interrumpió. Y allí estaba él. Con una cazadora de cuero negra, y unas gafas de sol que dejó entrever unos ojos parduscos que se clavaron en su rostro. No con sorpresa, sino más bien con la mirada apasionada y dulce de una persona que te conoce (y te quiere) de antes. Mucho distaba su físico de la imagen que se había fijado en su memoria. Se trataba de un hombre de complexión ancha, pero delgado y de mediana estatura.

Julia, impactada, no logró pronunciar palabra alguna, mientras sus mejillas parecían sonrojarse por momentos, quizás por el juicio erróneo que se había creado del muchacho a priori.

—Ciao, bella ragazza —dijo él tomando la iniciativa—. También hablo inglés, así que no tendremos problemas para charlar largo y tendido —su voz grave sonaba segura y jovial.

—Encantada de conocerle, Señor Vincenzo. Le agradezco su invitación, pero creo que se está haciendo tarde. ¿No deberíamos dejar lo de Capri para otro día? Es que verá, no sé si seré una molestia para usted —parecía insegura y azorada.

Obtuvo por respuesta el silencio. En cambio percibió como sus manos la sostenían por la cintura y la aproximaban lentamente a pocos centímetros de sus labios, fue un instante fugaz en el que pudo sentir su cálido aliento. Pero fue él el que retrocedió como si temiera revelarle un secreto inconfesable del que al tiempo estaba deseando librarse.
 
—Será hoy o nunca. Súbete a mi moto y agárrate fuerte. Ah, no te preocupes por estas dos —refiriéndose al par de amigas que se habían quedados petrificadas e incluso pintadas en el asfalto al contemplar la escena.

Tomó el asiento trasero de manera inconsciente y en apenas un relámpago la moto arrancó. Un cosquilleo de adrenalina recorrió todo su cuerpo desde la punta de sus zapatos hasta el último de sus cabellos. Pero fue una sensación diferente, algo que nunca había experimentado con anterioridad. La palabra para describirla era libertad, sí. La velocidad se iba apoderando de su cuerpo, y el viento jugaba con su melena acariciándola con un silbido vertiginoso. Ella se agarró fuertemente al joven y dejó caer sus manos en el costado. Fue como si sólo existieran él y ella, y el paisaje fuera organizándose a su paso, sólo para ellos. Dejando tras de sí puestos de fruta o terrazas de verano, mientras ascendían por angostas callejuelas por el barrio del Trastévere.

Una vez en el puerto, el entorno mutó en un lugar bullicioso donde turistas tomaban fotos aquí y allá de los grandes transatlánticos o del sol coronando la tarde con una luz cegadora. El barco de Vincenzo no tendría más de diez metros de eslora. En realidad se trataba de una lancha con una pequeña cabina en el centro para guarecerse de los rayos solares.

—He de reconocer que ha sido algo salvaje. Hacía tiempo que nadie sacaba mi lado más oculto —dijo Julia excitada—. Pero dime, ésta es una lancha para dos, y sin contar a tu prima y mi amiga, a las que hemos dejado tiradas a las puertas del hotel hará más de media hora. Estoy empezando a pensar que tenías todo planeado, pero lo extraño es que ni siquiera nos conocemos de nada. ¿Por qué este inusitado interés en mí? Porque soy americana, pues ni siquiera soy rubia como puedes comprobar. No, ya sé... Humm, no será una treta de Margot. Me la puedo imaginar diciéndote: “Hazle el favor a mi pobre amiga, ha roto con su marido y no quiere relacionarse con nadie desde un tiempo a esta parte” —se jactó con aire de suficiencia.

—Para nada es lo que tu mente malpensada está pergeñando —dijo algo enfadado por primera vez desde que se habían visto—. Óyeme bien. Como ciertamente has dicho, no nos conocíamos, pero tengo motivos para hacer lo que hago... O creo tenerlos —dudó—. Margot no me ha contado nada de ti. Simplemente no pude evitar escuchar una conversación en la que te mencionaban. Tu nombre se enquistó en mi sien como un sordo recuerdo de... Ni siquiera puedo describírtelo, tendrás que acompañarme. Los dos solos, si te fías de mí, claro —añadió con soltura.

Capri
Ella no supo qué contestar y decidió embarcarse en lo que probablemente se trataba algo que el destino le había dispuesto. En cualquier caso, estaba deseosa por conocer Capri. Todos sus conocidos le habían hablado maravillas de la isla, sus acantilados que parecían obra de los dioses o la Gruta Azul, una impresionante cueva marina.

Tardaron prácticamente toda la tarde y parte de la noche en distinguir las luces portuarias de Capri, sus recortadas costas y sus casitas blancas en el fondo, en la zona más elevada.
 
La condujo por una senda de arena definida por unos matojos que abundaban a ambos lados.
 
—Éste es el lugar que escogí para trabajar. Desconozco si Adriana te comentó a qué me dedico —explicó el joven.

—En realidad fue Margot. Ya sabes, comienza a hablar y hablar y no hay quien la detenga. ¿Eres fotógrafo, no?

—Más bien pintor. Por eso escogí esta casa cerca del mirador de la Piazzetta, donde se pueden obtener las mejores vistas. Los atardeceres se reflejan en el mar, y el horizonte semeja procurarle un abrazo inmortal. Pero desde hace unos días no pude evitar pintar algo más, flotando sobre la línea del mar. El dibujo en principio borroso fue adquiriendo cada día más cuerpo. Pero entra, no te quedes en la puerta.

Julia se quedó extasiada ante los amaneceres de porcelana y los ocasos de aguas anaranjadas labradas por los reflejos de un leve resplandor. Pero en el centro de la improvisada exposición había un lienzo que desentonaba. Le era familiar. Un rostro enmarcado por una melena mecida por la brisa y subyugado por la felicidad y el vértigo de la perplejidad. Como un acto reflejo, extrajo de su bolso un espejo de mano y se miró. “¡Dios mío, es la cara que tengo justamente ahora, congelada en ese retrato como una visión fantasmal por encima del oleaje!”

— ¡Explícame qué está pasando! Me has estado espiando ¿Cómo puedes saberte al dedillo mi cara si no me habías visto ni en fotos? ¿Acaso guardas recortes de periódico, fotos sacadas de Internet? —vociferó.

—Eso quiero hacer, si me lo permites —continuó Vincenzo apenado—. Fue el día que escuché tu nombre. Se me formó un nudo en la garganta mientras cientos, no, miles de imágenes de nosotros, de ti, de mí, montando en moto, navegando en una lancha a motor, riéndonos, mirándonos delante de mi estudio... Besándonos y... Amándonos, paseando con nuestro... —se detuvo.

—Nuestro hijo —completó ella, y una sensación de vacío la embargó en ese instante—. Bésame y no digas nada más, abrázame muy fuerte.

Vincenzo la estrechó entre sus brazos, la besó con suma dulzura y denuedo a la par. La sostuvo en el aire y la arrojó sobre el colchón. Fue el principio de un amor que estaba escrito en las estrellas, de la gestación de ese niño que ya conocía Vincenzo de sus noches de sueños, y de... Mucho más atisbó, pues recordaba con claridad toda una existencia juntos, una proyección en su cabeza de la que eran los protagonistas. Feliz, se entregó esa noche a su amada, sin poder evitar preguntarse si ya habían estado allí antes o si había vislumbrado una porción del futuro que como un álbum de vinilo va repitiendo las pistas aleatoriamente.

—Pero... —interrumpió él—. Shhh, no estropees este momento. Tenemos toda la vida para descubrirlo —sentenció ella entregándose a sus brazos bajo la efímera luz de la Luna.

En un principio, cuando las materias primas fueron elaboradas y las almas se concentraban en un único punto de luz microscópico pero más pesado y brillante que todo nuestro Universo, hubo almas que se resistieron a ser separadas de otras con las que conformaban un todo esférico y perfecto. Aún muchas se están buscando...

A la mañana siguiente dos cosas sucederían.

Julia estaba demacrada y apenas podía reconocer su semblante en el espejo. Con impresión de déjà vu, se dijo, “¡oh, demonios, qué puede importar, una noche ajetreada pero bien aprovechada!

En el Trastévere dos soñolientos barrenderos acompañados por un carabinieri no se habían visto en otra para despegar del asfalto a dos turistas que se habían quedado petrificadas, Margot y Adriana, mientras una vendedora les colocaba rosas en el cabello con más o menos acierto y que luego se encargaría de cobrar.

Fin

Juan M Lozano Gago © Todos los derechos reservados
 

RAIN PRINCESS






















"Y le rogó la Princesa Lluvia a sus hermanos, 
Llovizna de Primavera y Bochorno de Verano,
No olvidéis mi regalo: la fuente de la vida. 
Alimentad mi memoria y asid las bridas". 

Y la Reina de la Lluvia derramó sus últimas lágrimas de Invierno, 
Acongojada por su partir y partida en dos por su agónico retorno,
Sujetó con fuerzas su carruaje invisible y partió el cielo en dos. 

Una mitad se desgajó, arrancando con vigor el gris cenizo del Sol,
La otra mitad alumbró un bebé envuelto entre nimbos de agua dulce. 

El bebé se desperezó y se llevó uno de sus piececitos a la boca,
Entonces Llovizna de Primavera derramó su rocío sobre el niño,
Este creció y creció hasta que eclipsó al mismo Sol en encanto. 

"Mamá, mamá, ¿dónde estás?", preguntó.

Crece hasta que la tierra haya dado sus frutos,
Viaja hasta los resquicios privados de tu ser,
Con los afligidos y enfermos,
Con los que malgastaron su fe... 

Y en forma de esporas viajó,
A cientos de millas de su nana,
Subido en una diáspora febril.

Desde la que coloreaba las entrañas de las gentes,
Desde la que recordaba un reino muy remoto,
Desde la que podía ver los ojos de una madre: 

RAIN PRINCESS 

Hijo y madre destinados a entenderse, 
Mas no verse por las rémoras de hégira. 

He aquí su historia: 

Because the stars
That lie between us
Enlighten me strong
And lead my steps
Towards you,


Because I feel sure,
When you look at me
Over your realm
Of snowy clouds,

Where my dreams dream,

Because, even though miles
Separate us from each other,
My illusions of childhood
Are profiled in time
Like a rainbow in the sky...


Now I see your smile
Miles away from home.


Now I know that no one
Can stop my journey.


Now I found the bond
That binds our minds...


I will go to distant lands,
Into the very entrails
Of the Earth, enduring
The rain that drowns me.


I'll take previously
Unthinkable dangers:


From extreme heat
To the perpetual snows,


From the arid soil
To the summit ripping
The stormy horizon!


The tough fight within myself
Will reveal the man occult
Into my heart,


And reborn from my ashes,
I'll find you between the tempests.
Everything and more
Will do for you,
My salvation,


My liberty...

Lady of Water


Traducción: 

Porque las estrellas
Que yacen entre nosotros
Me iluminan férreamente
Y conducen mis pasos
Hacia ti,


Porque me siento seguro,
Cuando me miras
Desde tu reino
De nubes de nieve,
Donde mis sueños sueñan,


Porque, a pesar de las millas
Que nos separan (al uno del otro),
Mis ilusiones de niñez
Se perfilan en el tiempo
Como un arco iris en el cielo...


Ahora percibo tu sonrisa
A millas de distancia de casa.


Ahora sé que nadie
Puede detener mi viaje.


Ahora encontré el lazo
Que une nuestras mentes...


Recorreré tierras lejanas,
Adentrándome en las entrañas
De la Tierra, soportando
La lluvia que me ahoga.


Correré peligros
Antes impensables:


¡Desde el calor extremo
Hasta las nieves perpetuas,


Desde el árido suelo
Hasta la cumbre rasgando
El tormentoso horizonte!


La dura lucha en mi interior
Revelará al hombre oculto
En mi corazón,


Y renacido de mis cenizas,
Te hallaré entre las tempestades.

Todo y más
Haré por ti,

Mi salvación,

Mi libertad...

Dama del Agua

Juan M Lozano Gago ©
 

 
Almora - Princess of Rain
(turkish band)
 

domingo, 23 de marzo de 2014

ILLUSIA, donde los sueños calzan botas

LA ESCALERA SIN PELDAÑOS/ DE LO IMPOSIBLE A PRIORI...

Foto tomada y editada digitalmente de su gnomo hechicero
(recuerdo de Mallorca) por un servidor :D

En mi mundo los caballos se cansaron de sus sucias cuadras, de la alfalfa y los sillares, embutiéndose en alas que los llevaron a los terrones de caramelo que se ocultan tras los arcoíris de Ériu*.

En mi mundo ya no hay gnomos de jardín, pues hace eones que formaron una cuadrilla de guerreros de sendos cascos puntiagudos para conquistar los jardines ocultos tras el parterre donde las mariposas oyen sus gestas.

En mi mundo los trovadores se cansaron de componer largas gestas o peroratas heroicas, porque los héroes en carne y hueso deambulan por doquier ya sea a lomos de titánicas Águilas o en pos de doncellas sin don.

En mi mundo las princesas no lloran sus vidas ni se dejan largas trenzas de incienso, porque sus vidas son suerte de encantos, de brujas o magos que mendigan su belleza y les otorgan los cien dones.

En mi mundo los dragones se cansaron de escupir fuego atrapados en las páginas de grimorios vetustos, ya no quieren sus tesoros, sólo viven de su vuelo, a mil pies de grandes lagos donde sonríen a sus dobles.

En mi mundo las viejas no yacen postradas en catres sumisas, son malas de cuento que ansían el brío infantil, la belleza y pureza; o las hadas madrinas que elaboran las recetas que curan el mal de las ruecas.

En mi mundo las hadas y elfos se cansaron de esperar en los bosques a que cualquier niña crédula las atrape en su red, porque hay grandes árboles que precisan de su polvo de hadas para crecer más y mejor.

En mi mundo las caracolas de mar no son pedazos de plancton inertes o coladores de viento, sino que se deslizan sinuosamente en los lechos mandarinos, creando con su arrastrar las tonadas del mar.

En mi mundo los patos y ciervos se cansaron de no ser comprendidos por la raza humana, se construyeron hogares en la base de recios Robles, mas se preocuparon de ir a la moda con bufandas de lavanda.

En mi mundo los caminos no son sinuosos o cruzan bosques oscuros o cementerios cipreses, los caminos confluyen con el cielo y te permiten andar de cabeza o conducir en las barbas de Poseidón.

La amargura mas la envidia o lisonja las cambié por los tambores que siempre dan su do de pecho, cuando vienen las hermanas, Alegría o Melodía. Son sus pícnics muy famosos y atraviesan las fronteras, pues acostados de costado el mar queda por encima y el firmamento por debajo.

Las distinciones o clases las cambié por semejantes, todos dignos de escuchar y sorpresas por igual, porque sin sobreestimas ni subestimas, todos nos divertimos más. Son los silencios elocuentes y cargados de misterio, pues casi siempre me estremezco entre tiznes de la hoguera.

Las noches las cambié por los días y los días por Morfeo, ¿imaginas noches de sol y sombras junto con días de lunas varadas en la orilla remojando sus largas piernas de plata? Son visiones estelares y se venden en postales, pues las cámaras flashean con sus zooms a todo tren.

Las distancias sólo mitos o canciones de otra época, al alcance de mi mano en alfombras voladoras o en transportes vulcanianos, siempre a tiempo a la cita con amigos en las letras, siempre a fuego, siempre incierto los finales de su orquesta que comanda a las teteras a la testa de la fiesta.
________________________
* diosa gaélica, Irlanda

JUAN M LOZANO GAGO (C) Todos los derechos reservados (del texto y la fotografía)


 
Limahl - Never Ending Story
 

sábado, 22 de marzo de 2014

EL DESAPEGO DEL LOBO



SÓLO UNA VEZ/ LOS OPUESTOS 

Sólo necesito de tu cobijo,
Que seas la aguadora de mi desierto,
Que me enredes el pelo cuando me quiebro,
Me hables de lo que sientes cuando me miras,
Sabes que me convertí en dique seco por ti.

Entre tú y yo los ángeles erigieron un puente,
Que salvamos noctámbulos y ciegos cada madrugada,
Cual marinero que recala en tus labios bravíos.

Somos espíritus volubles y efervescentes,
Subiendo y bajando los peldaños de nuestros años,
Brincando por un pedacito de paraíso en el cielo.

Destellos efímeros y pasajeros de un tren sin destino...

Sólo necesito sentir tu calor,
Que me eches tu aliento de deseo en el pecho,
Me lleves al mundo que encubres bajo tu piel.
Sabes que he bramado este dolor por ti.

Porque me duele saberte tan cerca y lejos a la vez,
Porque me siento pequeño atrapado en la pared,
Que construimos callados sin darnos cuenta.
Cada mordisco nos alejaba de la orilla,
En la deriva de las noches en vela.

Cuando me contabas tus secretos,
Aquello que te hacía sentirte bien,
Lo que reunía a dos desconocidos,
Sintonizados en la misma onda,
La que no se puede modular...

***

Sólo necesito volar lejos,
Donde no me alcancen silencios,
Que me destrozan por dentro.

Sólo necesito un traje inédito,
Que me haga forastero de mis memorias,
De cómo me hiciste creer singular en tus labios.

Fueron meses, años ahogados de tinta,
Prometiste estar allí para siempre, ¿no?
Sosteniendo puntales en la vorágine.

Y creí que el quebranto de mi aplomo podía pegarse,
Que la traición podía olvidarse en un pozo muy hondo,
Y caminar hacia ti de nuevo con la mirada de un niño.

Pero ahora sé que el tiempo no borra caídas,
Las afloja con su humilde soplo,
Nada regresa a lo que fue.

Mas me esforcé en darlo todo,
Bajo llave de portones de cedro,
Que ni mi corazón podía tumbar.

Dejé de ser quien era,
O quizás aprendí a ser el que siempre fui,
Mi alma aprendió a gemir, reír, aceptar
Y... Renunciar.

A la vereda de mis recuerdos,
Mis pensamientos rebeldes me arrastran,
Pero mi corazón sereno ya no entiende de
Pretextos y ahora late para otros:

Los auténticos y gloriosos,
Los que siempre estuvieron,
Los que sin dudar no renegaron.

Los que nunca me fingieron,
Los que nunca usaron máscaras,
Ni sembraron esperanzas,
Soterrando mi energía,

Aullando tempestades,
Entregados al abismo

Juan M Lozano Gago ©

(oyendo este tema musical)
 

 
Audiomachine - The Truth
 

viernes, 21 de marzo de 2014

La lanzadera XQ-R5 (relato)

¿Puedes oírme? Mis gritos ahogados por la desesperación...
¿Puedes alcanzarme? Al borde del abismo más profundo y agudo...
¿Ver lo que veo, lo que siento? La electricidad en mí, recorriendo cada una de mis arterias, vinculado a esta infinidad... 

Te necesito ahora, junto a mí. Estoy conectando contigo, solo una reverberación en el vacío, océano de estrellas...

Lanzadera XQ-R5
—Emitiendo desde el espacio esta sintonía para toda la Galaxia, cientos de botones cada mañana para apretar. Tres colores, verde, rojo y azul. Uno me abre las puertas de la Tierra (el azul), ¡cómo gira como una peonza sobre una mesa de billar! Otro rojo, que me conduce hasta los rayos solares de alto componente ultravioleta, el Sol la fuente de nuestro sistema, abrasador, devastador, inmenso y de un rojo cegador. Y, por último, el verde, el que conduce al invernadero, cientos de muestras botánicas me acompañan, puñados de la misma Gea, álamos y cipreses, jazmines o petunias, enredaderas y espigas, son sólo un ejemplo de lo afortunada que es; los aromas adoptados que llevo a nuevos vecindarios. ¿Habrá alguien que pueda apreciar su perfume, la resistencia de sus troncos, la savia que recorre cada uno de los pétalos?—. Del mismo modo en el laboratorio se alojaban diminutas cápsulas criogenizadas que albergaban el ADN de macho y hembra de cada uno de las especies animales terrestres, inclusive la humana.

Luego están las palancas, hacia arriba, estamos “in the air”, compartiendo con todos vosotros mis impresiones, investigaciones y sueños en perspectiva, ¿pero alguien ahí afuera puede oírme? Toda una sucesión de bits de información transmitidos cada milisegundo de mi monólogo, aportando datos vitales, perdido en la inmensidad del vació silente, viendo eclosionar los quasares, contemplando la las viejas y apagadas estrellas devoradas por agujeros carnívoros sedientos de luz. ¡Cómo entrechocan las partículas en la negrura tan espesa como una gran porción de teflón! Mientras imagino que cada uno de sus átomos procede del mismo Big Bang, reconstruyendo la materia ad infinitum que reformula cada una de las estructuras atómicas conocidas por el Hombre, ese ser que estudió de qué estaba hecha la vida hasta las últimas consecuencias...

Planeta helado
¿Hasta cuándo sucederá este milagro? ¿Cuán grande puede ser este disco curvado, y hasta cuándo interpretará la aguja la misma partitura? Entretanto sigo flotando, ingrávido entre paredes reforzadas de titanio, recabando información, buscando alguna forma de vida inteligente... Ah, pero me temo que soy el único, miles de planetas en mi trayectoria: mundos gaseosos o de helio o mercurio, mundos hirviendo a temperaturas que rompen las escalas de medición, esferas gélidas y lóbregas, donde cualquier huella de la colisión de un meteorito queda grabada en la génesis de su relieve u orografía como recuerdo de la soledad que habita en su superficie.

¿Pero puede alguien comunicarse conmigo? Soy el único que se halla inmerso en este perenne viaje por el cosmos de regreso al hogar, tan distante los ecos de su frenético ritmo, tan lejanas las urbes iluminadas con sus lámparas leds que perfilan las metrópolis en contraste con las zonas verdes despejadas de tecnología, la selva amazónica, el pulmón del planeta, o las grandes extensiones de tierras yermas y erosionadas que ya nadie quiere. ¡Oh, ese fue el motivo de mi partida, en busca de un mundo virgen, donde depositar el germen de la vida, una nueva oportunidad para mis padres... Y mientras tanto se va agotando el combustible, la fisión nuclear de los propulsores se desgasta paulatinamente... ¿Pero por qué no recibo respuesta de mi amada Tierra?

Pondré un poco de música para paliar mi soledad, ya queda poco para reunirnos, por fin veré de nuevo el Aconcagua allá en los Andes, los vastos bosques de Siberia con sus montañas nevadas salpicadas de lagos y su fronda dorada o los inabarcables océanos que refulgen de un azur gel cristalino confiriendo al planeta su ilusoria redondez.

She loves you, yeah, yeah, yeah 
She loves you, yeah, yeah, yeah 
(…)”

La música invadía la cabina presurizada y las ondas rebotaban en el metal y eran transmitidas desde la consola de comunicaciones a la inmensidad del espacio. El silencio y los puntos brillando a miles de años luz los únicos y mudos testigos de tal singular expresión de humanidad.

Magnus R5, así era el nombre de nuestro extraño y errante viajero ínter espacial de cabellos color magenta, se hallaba exhausto. De hecho, sólo había sentido cansancio en dos ocasiones previas. Se disponía a cambiar la batería de iones de litio –la última que le quedaba– del generador tridimensional de alimentos cuando en su campo visual apareció una enorme bola azul, la Tierra.


La fisonomía de Magnus se correspondía con la de un típico varón caucásico de no más de treinta años, pero nadie que lo confrontara sería capaz de adivinar su verdadera edad, puesto que los atemporales molinos de viento de sus ojos revelaban un aire de serenidad conjugado con el asombro de quien había visto los fenómenos más extraordinarios que cualquier ser humano hubiera presenciado jamás.

Preparó todos los sistemas para entrar en barrena, lo cual dejaría a la astronave en suspensión, sin motores, en el momento adecuado. Tenía que aprovechar una ventana espacial que se abriría en no más de treinta minutos en un punto del hemisferio sur, en Australia. La presión de la atmosfera terrestre provocaría que el exterior de la nave se incendiase en su caída. No podía haber ningún fallo en el cálculo de las coordenadas, las cifras tenían que ser exactas en la medida de lo posible. Magnus había sido adiestrado concienzudamente para realizar esta maniobra con éxito, si bien a base de simulaciones.

—Preparado para desacoplar el motor principal, ¿pueden recibirme? Siempre, lo mismo, hasta el último minuto no se me proporcionarán las coordenadas exactas. El silencio, mi amigo. ¿Cuánto tiempo sin ver a mi amada Tierra? Bueno, podré aguantar el sentimentalismo unos minutos más. A ver, repasemos el orden de prioridad de la información recopilada:

1. Planetas de clase “A” detectados y, por ende, susceptibles de albergar vida propia o foránea: 2

2. Planetas de clase “B” capaces de suministrar agua en estado sólido: más de mil en el entorno explorado

3. Planetas de clase “C” capaces de suministrar minerales fósiles susceptibles de ser transformados en combustible o fuentes de energía: 95

No obstante, la posibilidad de que una nave humana aterrizara en alguno de esos mundos era bastante remota, al tratarse de sistemas estelares periféricos a miles de millones de años luz de la madre Tierra. Si bien, no imposible.

—Desacople finalizado, motores auxiliares activados. ¿Por qué sigo sin recibir instrucciones precisas? ¿Se habrán olvidado ya de mí, de lo valioso de mi expedición espacial para el Hombre? Da igual, estoy perfectamente capacitado para acometer este último trámite de mi viaje. Vamos a ver, me hallo sobrevolando la costa Noroeste de América, luego si mantengo la velocidad estable durante unos diez minutos, llegaré sin problemas a la localización indicada en el registro del ordenador de a bordo. De todas formas, intentaré abrir un canal de comunicación con el satélite geoestacionario más cercano para corroborar los datos—. Pero extrañamente el canal abierto estaba totalmente libre de interferencias de radio. Así mismo, la atmósfera estaba inusualmente despejada, sin humos o contaminación medio ambiental.

—Ordenador, muéstrame un barrido de la costa oriental de EE.UU. Ajá, sí, el continente luce hermoso hoy, todo es verde. A continuación, necesito un zoom de Australia, pero comienza por el golfo de México, así tardaremos menos. Ajá, igual, un verde esmeralda que casi podría rivalizar con el Índico. Veo que en los últimos años, han calado hondo los programas de reforestación y erradicación de emisiones de C02. Bien, no pospongamos más el aterrizaje.

Y en efecto, el aterrizaje concluyó correctamente y dentro de lo previsible, no siendo muy graves los daños del fuselaje.

—Al fin en casa, cuánto tiempo he estado soñando con este momento —una bandada de patos pareció celebrar su llegada, mientras un ciempiés amigable restregaba su blandengue cuerpecillo con su zapato derecho. Se respiraba tranquilidad hasta donde se distinguía la línea del horizonte. Era primavera y la temperatura bastante agradable—. Debo de estar en Queensland, me acercaré a una biblioteca a preguntar.

Al ir caminando, no pudo evitar comprobar como la naturaleza estaba exultante en toda la extensión de la palabra. El edificio parecía abandonado y el mostrador polvoriento. Tomó en sus manos el periódico más reciente que descansaba en una pila. El titular era inequívoco:

Tras el cese definitivo de la edición impresa del New York Post, este periódico no puede hacer otra cosa que la de obrar en consecuencia con el ejemplo de nuestro colegas norteamericanos. Por tanto, éste será el último número.

Durante el pasado siglo, la Selva Virgen ha sido uno de los últimos enclaves que permaneció a salvo de la acción del hombre. Sus ríos no sufrieron vertidos, sus bosques talados o adoquinados. Sin embargo, todos querían mantener su estilo de vida, sin renunciar a ninguno de los beneficios que disfrutaban, a costa de dañar muy seriamente el ecosistema del planeta. Ésta medida no es más que otra de las que figuran en un plan desesperado por salvar la Tierra.

Nuestros conciudadanos comienzan a tener dificultades para respirar. Las abejas se mueren y las plantas ya no son polinizadas, lo que repercute en la calidad del aire. Pero tenemos que creer en que sí habrá un futuro (...).

—No lo entiendo... Pero si el aire es puro, las plantas han conquistado territorios que antes tenían vedado —siguió leyendo—. Mmm, parece que estos eventos hubieran sido los últimos coletazos de una civilización al borde del abismo. ¿21 de marzo de 2214? ¡Dios, ha transcurrido un siglo desde que me fui! ¡No es posible, no! Después de que había dado con una brizna de esperanza —musitó con profunda tristeza al reparar en la fecha de la editorial—. Pero aún queda esperanza, sí, la Tierra se ha sanado a sí misma, y algunas especies han sabido adaptarse. Y en la nave cuento con todo un Arca de Noé que me permitirá restaurar en su hábitat cuantas especies sean convenientes. Me pondré manos a la obra, dispongo de todo el tiempo del mundo. ¿Qué otra cosa podría ocupar mi tiempo?

—Quizás esta nueva humanidad aprenda de sus errores. Desde luego, no será por mi falta de empeño. Les enseñaré su historia, sus aciertos y desaciertos, a valorar lo esencial, a divertirse con las pequeñas cosas que nuestros ancestros amaban.

»Lo irónico de este asunto es que todo concluya aquí, en el ocaso —extrajo de su bolsillo el esquema y corrigió lo siguiente:

Planetas de clase “A” detectados y, por ende, susceptibles de albergar vida propia o foránea: 3

Uno de ellos con el cien por ciento de probabilidades de éxito:

Gaia.

Magnus y Nadia
Entonces, algo inusitado aconteció. La cabeza de una chica asomó de entre las ramas de un frondoso árbol, un gran olmo. Su rostro reflejaba expectación y curiosidad por el visitante, a quien había estado vigilando desde su llegada.

Magnus se acercó y extendió su mano para acariciar su mejilla. De sus lagrimales discurrió un delgado río de gotas de felicidad ante la certidumbre de que no estaba solo.

—Me llamo Nadia. Te conozco, te presentía, te aguardaba desde que tengo uso de razón. Tu facciones, me las sé de memoria. Tu hazaña y sacrificio fueron documentados en “La Última Esperanza”, libro tercero de los anales del Explorador, pero te daban por muerto hace décadas. Pero ven, tengo mucho que enseñarte y mucho que aprender de ti —guiándolo a lo que probablemente sería la primera ciudad arbórea de la civilización.

No estás solo, te oigo.

Juan M Lozano Gago ©
 

 
Mark Knopfler - The Long Road
 

jueves, 20 de marzo de 2014

LOS LATIDOS DE LA PRIMAVERA












 


Los tam-tams de un arcano tambor claman,
Oyes los bostezos que cabalgan con Céfiro?
Silencios que mascullan los elfos traviesos...

Los duraznos aguardan desnudos su arribo,
Atentas ardillas cubren con galas sus nidos,
Tan añorada es su henchida boca de frescor,
Instando a los hombres proclamas de amor,
Despachando mil musas en barcos de vapor.
Observo estandartes en montañas distantes,
Seducido por crepúsculos de seda brillante.

Dicen los mitos que Zeus entregó a su hija,
Ella se hizo simiente mas se tornó ardiente.

Los hombres raptaron su esencia con ciencia,
Acuarelas o figuras talladas en ébano eterno.

Perseverando cada año se tejió un manto,
Recibido por el Hombre del frío se libró,
Inspirando blasones de guerreros arteros.
Modestas fueron sus lozanas canciones,
Armoniosa floresta, su discurso legado.
Vivaces son los ojos que te contemplan,
Espontánea la sonrisa de quien te huele.
Resistiendo como la mariposa en la lluvia,
Atrapo entre tus pétalos los colores del cielo.

Juan M Lozano Gago ©
 
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Enchantment