lunes, 17 de marzo de 2014

Aldebarán (relato)

Dicen las viejas historias que una vez fuimos estrellas,
Ecos de luz de aquéllas que lucen ahora en la Aurora,
Puntos equidistantes que rasgan el velo en silencio,
Lágrimas flotantes que custodian los sinos en silos.

Hablan los cuentos de niños de un mapa perdido.
En la noche conectaba los destinos de la Tierra,
Embrollados y perdidos entre arroyos paralelos,
Entre vías de ida y vuelta enlazaban las esferas...

Lía, atiende a los clientes, aquellos dos quieren dos cervezas bien grandes y ya empiezan a impacientarse le increpaba el tabernero. Sin embargo, la muchacha de mirada extraviada, se pasaba las noches contemplando todas y cada una de las luces que adornaban el firmamento como si de un gran árbol de Navidad abovedado se tratase. "A quién podría importarle esos sudorosos y apestosos bellacos y malandrines que poblaban su día a día".

Lía tenía una tez tan pálida como la superficie congelada de un lago, lo que contrastaba en gran medida con sus mechones de pelo tiznados como el carbón. Siempre ausente y callada, soñaba con el gran bosque que se extendía más allá de la vieja caliza y que coronaba las Montañas Perpetuas, pero desconocía que un evento fortuito (y en realidad no tanto) terminaría por trastocar su tranquila vida.

Ya voy, ya voy contestó de mala gana, mientras traía dos jarras espumosas. Te advierto que no queda lejos el día en que verás marcharme en la primera diligencia que pare en la fonda. Pronto cumpliré dieciséis años y he decidido apuntarme a las clases de cartografía que recién comienzan en primavera. ¿Qué pensabas, que no podría ahorrar la cantidad suficiente con la mísera paga que tan generosamente me obsequias cada semana?

No te equivoques, Lía, sabes que esta vieja pensión es lo único que nos queda le espetó su tío Bob. En efecto, las vigas estaban apolilladas, los tablones del suelo en ocasiones escondían trampas para unos pies azarosos y el tejado remendado más de una vez dejaba penetrar las corrientes provenientes de las heladoras madrugadas.

¿Tanto cariño le has cogido a esta maloliente pocilga a tabaco y madera podrida? No, no lograrás convencerme para que me quede aquí contigo un año más. Además, tendrás que darme "mis piedras" y es que en realidad Lía no era la sobrina del tabernero, sino que fue encontrada por aquél en un claro del bosque junto con un saco de cristales de múltiples colores, que irradiaban una titilante luz cuando eran bañados por el fulgor de Aldebarán, la décimo tercera estrella más brillante del cielo nocturno.

Pero a pesar de estas riñas domésticas, era innegable el cariño que el anciano profesaba a la joven, y no era otro el motivo de sus excusas que el de no verla apartada de su lado. No obstante, el sabio destino tenía sus propios planes que hacían caso omiso a tío y sobrina.

Era un dos de abril cuando la taberna lucía toda engalanada de guirnaldas e iluminada por farolillos que arrojaban una tenue luz anaranjada. Los envoltorios de los últimos regalos formaban bolas de papel por aquí y por allá al tiempo que las amigas más rezagadas se fundían en abrazos de despedida, pues Lía partiría al alba. —¡Oh, Lía, echaremos de menos las acampadas y tus historias fantásticas! ¿Realmente sigues empeñada en esparcir los cristales en el claro el próximo eclipse lunar? le preguntaron con cierto tono de sorna. ¿Crees que algo inusual sucederá o quizás se abra un túnel a las estrellas?

— ¡No seas tonta, Amelia Salt! Sabes que esas piedras tienen alguna relación con mi origen, o, al menos con quien las depósito a mi lado cuando apenas contaba con tres años de edad. Y algo en mi corazón me dice que he de probarlas allí, bajo la constelación de Tauro dijo Lía, interesada en presentar como proyecto de ingreso en la academia un mapa estelar que ubicara con precisión la posición de cada una de las estrellas visibles en el pueblo de Northwind, según la estación del año.

Lía se durmió bien entrada la madrugada. Su cama consistía en unas cuantas balas de heno cuidadosamente enfundadas en una colcha de plumón, que sin ser la más cómoda del mundo, sí era la más reparadora para sus exhaustos huesos. Apiladas al lateral de un balcón, le brindaban unas magníficas vistas del horizonte y los picos que parecían poner su punto y final a la ladera del fondo de la estampa. Y al poco un sueño cobró vida, unas voces lejanas, no, no eran voces, más bien pulsos de luz convertidos en tonos, un lenguaje polifónico rico en matices.


¡Mi hijo, es mi hijo! rugía Aldebarán, uno de los príncipes inmortales de la casa de Antares. Pero no le bastaba con ser el heredero del Interreino, custodio de la dicha y desdicha de la frágil vida de los mortales, hacedor de caminos de almas, tiralíneas de invisibles e infinitas rectas que atraviesan cada uno de los Universos colindantes y subyacentes. No, no tenía suficiente con Cassiopeia, su prometida y protectora de las fronteras, sino que burló su vigilancia, desoyó sus recomendaciones. Todo por una simple terrestre, se atrevió a cruzar el borde del abismo.

Tranquilízate, Aldebarán, las cosas no han salido como estaban previstas, pero la tenemos a Ella... Hemos estado buscándola eón a eón, sin dejarnos ningún año sin escrutar, y ya estamos sobre la pista. Es lo que nos queda, para bien o para mal parpadeaba Híades, su fiel esposa.

Un súbito portazo sesgó la armonía de la noche. Un joven de cabello platino y ojos grises, vestido con una túnica de lino que le cubría las rodillas la llamaba a gritos. Lía pensó que debía de ser su tutor, ¿pero tan pronto? Aún faltaba más de una hora para el amanecer. Se vistió y cogió su saco y algunos utensilios de medición. Los crujidos de los escalones la delataron ante el extraño muchacho.

Soy Tares, me mandan de la escuela. Tú has sido una de las alumnas que me han sido asignadas para... Mmm, sí, para trazar líneas, y hacer esos dibujos que suelen tener los mapas. Partiremos algo más temprano porque haremos una parada en... Mmm, sí, en el claro del bosque de las Perpetuas relataba algo inseguro. Debemos irnos ya, el cochero nos aguarda cerca del abrevadero.

Un par de horas más tarde de que se hubieran marchado Lía y Tares, una mano nudosa aporreó el portón de la taberna. El tío Bob, soñoliento y con cara de pocos amigos, acudió al recibidor.

Lía, Lía, el maestro ha venido a por ti pero nadie contestó. El maestro, un hombre de mediana edad y barba picuda y canosa, frunció los labios y con un gesto circunspecto enarcó las cejas.

Por el camino, ambos jóvenes callaron todo lo que se hubieran dicho en otras circunstancias. Él iba pensando en las piedras o los cristales, eran el indicio que había estado esperando. Ella, sin embargo, no veía el momento de exponer las piedras a la luz de las estrellas y ver que ocurriría. Hubiera preferido sin lugar a dudas la noche del eclipse, pero no podía desaprovechar esta oportunidad.

Tardaron no más de veinte minutos en dejar la colina atrás, y una vez inscritos en el camino principal, sólo otros diez en alcanzar el bosque, donde había una pequeña casa-observatorio a disposición de los estudiantes.

Fue Tares quien rompió el incómodo silencio. Suelta las piedras justo ahí, y ahí. Ella obedeció y fue colocando las guijarros cristalinos en dos círculos concéntricos siguiendo sus indicaciones. El chico murmuraba algo para sí nervioso entretanto. Ahora colócate en el centro sentenció.

Inmediatamente, Lía, experimentó un ligero cosquilleo en el estómago que a continuación le recorría la espina dorsal. Los cristales comenzaron a irradiar una intensa luz que se descomponía en múltiples haces vectoriales. Ella pareció asustada por unas décimas de segundo, el cielo tronó y fue atravesada por líneas, la mayoría de las cuales confluían en Tares. Él la agarró violentamente por la cintura. Dime, ¿a quién le has arrebatado estos cristales? ¡Responde! Nadie como tú podría tenerlos en su poder y, sin embargo, la red cósmica que acaba de surgir nos vincula más allá de lo físico.

Ella permanecía turbada e impávida, no podía dar crédito al devenir de los acontecimientos. A qué venía eso. Los cristales le pertenecían por derecho de nacimiento, su más valiosa posesión. No sabes nada de mí, no me conoces y, sin embargo, no te percibo extraño, no te temo, y siento que... entonces el baile de luces se detuvo y ella calló.    

No podía ser ella. Su cabello, sus largos bucles de tonos castaño-rojizo no tenían nada que ver con la melena negra y descuidada de Lía, pero había algo en sus ojos, tan profundo como el abismo que había entre su mundo y el de su amada. Y por otra parte, la resolución del destino que se empeñaba en ligarlo con ella.

Pero Tares, que no era otro que el primogénito de Aldebarán, desconocía las reglas de la física que a menudo jugaban con la vida de los hombres.

Lía, esas piedras se las regalé a la mujer que elevó la mirada a las estrellas y logró captar mi luz y separarla de entre los miles de millones de luces que viajan hasta este planeta. Yo entonces me mecía en un sueño eterno, en una vida aburrida, sin estímulos, en la que el ocaso y el nacimiento de mundos se sucedían una y otra vez, en el que un instante podía durar para siempre, en el que no podía distinguirse la valía del amor, la risa, la caricia de una cascada o el olor de la hierba recién cortada. Esa mujer miró en mi alma, y el impacto de esa mirada me sacudió. Mi padre presintió mi pérdida, trató de sujetarme, de devolverme al letargo, pero ya era demasiado tarde... Y caía, caía, a la ventana que tenía ante mí, las lágrimas derramadas de mi padre encarnadas. Y le entregué estas piedras como ofrenda de mi amor y como nexo inquebrantable entre ambos. Pero tuve que regresar una última vez a mi hogar, les debía una explicación de por qué prefería una corta vida llena de emociones, una larga vida acompañada de estas sensaciones. Nos prometimos que a mi regreso te reconocería por ser la portadora de estas piedras y que tú harías lo mismo, al envolvernos los lazos irrompibles que se tejieron entre los dos. Pero no comprendo lo que pudo haber pasado y el muchacho estalló en lágrimas de plata, que anegaban su corazón de desconsuelo e incomprensión.  

Lía abrió la boca, pero inmediatamente la volvió a cerrar. No sabía qué pensar de todo aquello. Le acompañó hasta la cabaña, soltó sus bártulos y preparé el desayuno. Había traído una hogaza de pan y algo de queso, lo suficiente para los dos. Ella había esperado averiguar el secreto de su aparición en el pueblo cuando era tan solo una niña, quiénes habían sido sus padres o por qué razón la habían abandonado, pero la realidad era bien diferente.

El resto de la mañana, Tares le estuvo enseñando unas nociones básicas sobre trazado, geografía y manejo del instrumental. La condujo a la academia donde pudo intercambiar impresiones con sus compañeros, pero todos coincidían en que tenía que ser un profesor nuevo, porque nadie lo había visto antes en la región. Y volvió a soñar, de nuevo con las extrañas y familiares voces.

Aldebarán, tenemos que decírselo. Ella... Cuando ascendió (él) para comunicarnos su decisión, que viviría una vida corriente, bajo el cielo y no por encima. Fueron segundos aquí, pero años en la Tierra.

La chica murió se reafirmó Aldebarán con calma.

Pero no murió insistió la esposa.

Pero no es la misma replicó de nuevo el padre.

Aldebarán, comprende que al igual que nosotros somos, fuimos y seremos, pura esencia, los humanos en ocasiones excepcionales pueden eludir a la Muerte, si una poderosa razón les ata a su mundo, si dejaron tareas vitales inconclusas. El Universo se convierte en su aliado y conjura todas las fuerzas de la naturaleza, de la física y del Gran Hacedor en auxilio del equilibrio perdido. Lo que debió ser y no fue, queda restaurado. ¿Qué es el tiempo, sino un concepto inherente a la propia humanidad? ¿Qué más da antes o después?

Lía se despertó confusa, era y no era ella, pero qué más daba. Estaba viva a fin de cuentas, tenía toda una vida por delante y había recuperado aquello que en lo más profundo de su ser creía perdido para siempre jamás. En cuanto al saco con los cristales, había estado equivocada. Eran de él...

Se incorporó de un salto de la cama y fue a despertar a Tares, tenía que contárselo todo, lo de Aldebarán, las voces, su secreto, quién era realmente. Le tiró del brazo suavemente, pero no reaccionaba, le pellizcó las mejillas, nada. Se temió lo peor. Posó los oídos en su pecho, el corazón no le latía. El pánico se apoderó de ella.

Trotó como alma que lleva el diablo al claro, dispuso las piedras como le había enseñado Tares. La luz la invadió, la hizo sentirse más viva que nunca. Un solo haz de luz emanó de su pecho esta vez y apuntó directamente a la constelación de Tauro, hacia Aldebarán.

Ella rastreó la inmensidad del espacio, colmado de estrellas, constelaciones y galaxias. Sus ojos se empaparon de lágrimas, mientras estiraba el cuello hacia su estrella gemela hasta que su pelo se tornó bermellón. Y se dijo con voz  firme y cálida: "Si no te hallo en esta vida, lo haré en la siguiente, y si no, en la próxima o en la otra. Ya no importa, ya sé cuál es el propósito de mi existencia. Siempre seré tuya. Uno, los dos".

Mientras, Tares hacía de su búsqueda una danza de estrellas que parpadeaban en la noche de cientos de planetas, por el curso de aquel potente haz que atravesó el pecho de Lía y que le conduciría hasta ella.

Y se contaron historias acerca de su amor imposible. Pero sé que hoy en aquel pueblo llamado Northwind brillan con fuerza dos grandes faros errantes en la noche de los tiempos, a salvo del mal o la Muerte, cogidas de la mano y fundidas en un beso inextinguible,

Tares y Lía

Juan M Lozano Gago ©
 


LeAnn Rimes & Elton John
Written In The Stars
 

9 comentarios:

  1. polvo estelar traemos en nuestro adn, somos parte del concierto universal
    un relato que entre mezcla sueños y descripciones, donde los escenarios se hacen parte del discurso vital de cada personaje
    felicitaciones Juan
    el amor nos pinta la idea de almas gemelas, los poemas lo celebran
    una romántica historia nos compartes

    buena semana , besitos

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    1. En efecto, Elisa, estamos hechos de las mismas particulas que una estrella, de la misma materia de la que bebe todo el Universo,

      muchas gracias por tu análisis : )
      Me gusta pensar en la idea de que hay personas
      destinadas a encontrarse o buscarse,

      feliz semana, besos, Juan

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    2. ¡Es un relato mágico y trascendentalmente hermoso! gran trabajo Juan
      Un saludo

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    3. Hey, muchas gracias por tus palabras, Hammer, me alegro de que lo hayas disfrutado,
      un saludo!

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  2. mi querido mago, poeta hermano del zodiaco … aaahhh tu cuento me ha conmovido hasta las lágrimas, y me ha he llevado una sorpresita también pues la fecha que pones, el 2 de abril, es mi cumpleaños!!! que historia tan conmovedora y, quiero creer que tiene mucho de cierto … ufff me he sentido muy identificada, me llegaste al alma con tus palabras y los escenarios mágicos que pintas, me voy a leer este cuento muchas muchas muchas muchas veces, un abrazo de gigantosaurio para ti xoxo Eliz

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    1. Hola, Eliz, entonces cumples el día 2 de abril? Es el primer número que se me vino a la mente, jeje, qué casualidad! :D Esta historia la escribí esta mañana, en realidad quería hacer un poema sobre el espacio y las estrellas, o, sobre una chica que vivía en una fonda, y trabajaba todo el día, pero al final fue el bolígrafo el que se salió con la suya, jeje. Por cierto, lo escribí en mi iPad y me tuve que pelear con el corrector ortográfico xD Yo cada vez estoy más convencido de que hay algo de cierto en esto, cómo se establecen vínculos con ciertas personas... a veces es un misterio, un abrazo jurásico, Juan!

      PD: te voy preparando una tarta virtual, jeje ;D

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  3. oh! que hermoso cuento ... y un poco de sincronía jeje justo de esto hablaba en mi blog,claro que no de una forma tan sorprendente, ,,, bueno solo de venir a leer en tu blog siento que entro en universo mágico ... una pregunta impertinente ... ¿el relato de Iridión? ¿será que un día regresa??? disculpa la lata es que me enamoré de ese cuento, love and rockets Abril

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    1. Muchas gracias, Abril, la sincronicidad es un tema que nunca deja de interesarme y sorprenderme. Me encanta lo que dices de que el blog te tranporta a un universo mágico, pues eso es lo que pretendo. El relato de "Érase Una Vez en Iridion", sí, jeje, lo tengo mente, junto con el de "En el Vació", a ver si los voy dejando a partir del próximo mes (y de paso escribo el final, que ya creo saber cuál es, a no ser que mi bolígrafo piense otra cosa, jeje). Lo que pasa es que he de buscar todas las imágenes que se perdieron :(

      Ah, y que es un placer responderte! :)

      Love & rockets, Juan
      PD: me tienes que explicar alguna vez eso de las "rockets", jeje

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    2. que bien que bien!!!!!!!!! es que tus cuentos son maravillosos y yo con mi insomnio necio pues me la paso leyendo jejeje y que mejor que leer tus relatos … ah lo de love and rockets lo agarré de una serie de tv que se llamaba "my life as liz" y la chica rara siempre terminaba confesándose en su blog y firmaba así, love and rockets que me pareció lindísimo porque a mi me encantan lo cohetes jejejeje entonces me apropié la frase jujjujuju love and rockets Abril :D and more rockets

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